Memorias de un estorbador izquierdo.
Catalonia
FC.
Una
noche de los años 60 Miguel Correa y yo, animados por los chamos de la cuadra,
fuimos a probarnos con el Catalonia juvenil (sub-20 de ahora) en la cancha del
Fray Luis de León de Caracas, en la urbanización Las Mercedes. Ahí ya jugaban
algunos amigos de la Avenida Cataluña de Las Acacias: Lenin Gil (gran
mediocampista), el Mono Carlos, el Oso Osorio, Domingo (el hijastro de Chencha,
arquero de La Salle de la Liga Mayor). También jugaban el Choti y Ramón, de la
pata de la Pastelería Natalia. Todos
venezolanos.
Emilio Huguet,
ex Espanyol de Barcelona, era el entrenador y después de unas vueltas a la
cancha al trote con el grupo de jugadores de la Primera división aficionada y
los de la Cuarta división de veteranos (mayores de 35), mezclados con los
juveniles, algunos ejercicios sin balón y unos peloteos de calentamiento, el
tipo me gritó:
- Ehhh,
usted... ¿juega de central?
Yo, dudándolo,
miré para atrás, para verificar si la cosa era conmigo.
- Si,
si. - respondí con cierta duda.
Yo, con
15 años y 1.77 metros, era flaco y alto para mi generación, pero ni sabía bien que
era ser central. Mis pasos en el futbol
eran contados. Apenas participaba en la
caimaneras de la cuadra en la Avenida Victoria con una confabulación
isleño-gallega (así la llamaban ellos mismos) en la que quien organizaba los
partidos con otros equipos de barrio era el mismísimo Rafael Esquivel (ex-Presidente de la Federación Venezolana de Futbol, hoy preso en EEUU por el escándalo
FIFA-gate), entonces
de 20 años, muy buen jugador y buen organizador (hay que reconocerlo), quien a
pesar de su edad parecía mucho más joven dada su escasa contextura.
Yo no
sabía ni pararme en la cancha y el Mono Carlos en el lateral izquierdo me iba
soplando como colocarme. A Miguel Correa
lo había puesto de lateral derecho.
Algunos balones despejé de cabeza y otras veces salí jugando con pelota dominada. Al rato, Huguet llamó al ya "viejo"
calvo Papel, un jugador de corta estatura, pero buen cabeceador, y lo puso de
central, sacó a Miguel y me puso a mí de lateral derecho, donde terminé el
partido.
Al
final, cuando recogíamos para irnos a casa, Huguet volvió a gritarme:
-
Ehhh... Usted... ¿ya fichó?
Y yo,
sorprendido:
- No...
no...
- Vaya
donde el Sr. Borau a que lo fiche.
Sabida
es la práctica de los catalanes, quizás siguiendo el ejemplo del Barcelona, de
fichar jugadores sin muchos miramientos, porque a la final no llegué a debutar
y ni siquiera me dieron uniforme, tal era la cantidad de jugadores en nómina. Decían
que fichaban muchos jugadores para impedir que jugaran por otros equipos.
Entonces
Miguel Correa me dice por lo bajo:
- Dile
que tu jugaste Infantil B con el Loyola, dile, dile.
Una
tonta mentira para inflarme el currículo, que después jugó en mi contra.
Pero igual,
yo salgo de ganso a decirle al secretario de fichas, Sr. Borau:
- Yo
jugué con el Loyola en Infantil B.
El Sr.
Borau, autoritario:
- Ah,
bueno, entonces dígale al Sr. Nebreda (secretario de fichas del Loyola), que le
entregue la ficha y me la trae.
Ahí me
quede en Fa Sostenido, sin saber qué hacer.
Al poco
rato, fui a hablar de nuevo con él a confesarle, haciendo de tripas..., mi falso
currículo. A pesar de eso me mandó a ir
al Lunes siguiente, a las 8 pm, a la sede de la Asociación en el Estadio Brígido
Iriarte, con dos fotos y copia de la cédula, a firmar la ficha.
Pues
bien, así fue como fiché por el Catalonia FC juvenil de los años 60, mi primera
aparición en el futbol organizado y mi participación más memorable fue cuando en
el primer partido del torneo, en la cancha del Colegio San Agustín de El Paraíso,
le presté mis botines a la estrella del equipo,
el catire Lenín Gil, quien anotó dos goles con mis tacos... jajajajaja...
Los directivos catalanes del equipo no se explicaban como un venezolano podía ser tan buen jugador.
Lenín,
en clave de modestia, me dijo al final:
- Te
felicito, Juan. ¡Estos zapatos anotan los goles solos!!!
:-DDD
P.D.: considerando que nunca fui un buen jugador,
excepto quizás en futbol sala; ese fichaje fue muy meritorio y afortunado,
porque yo en realidad estaba fuera de edad, ya que con 15 años no era Juvenil
(sub-20), sino realmente Infantil A (sub-16) y jugaba con lentes correctores de
5 grados de miopía en una cancha pesimamente iluminada. Solo veía el balón
claramente cuando este estaba como a diez metros de distancia y cuando mi
equipo anotaba un gol, me enteraba por los gritos y festejos de mis compañeros.
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